Vista de la estepa
Pietro Grande: el corazón de Karukinka
Fecha de publicación: 10-Jul-2025
Fecha del viaje: 09-Abr-2025
Región de Magallanes y la Antártica Chilena
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Karukinka y sus vastas 300.000 hectáreas tienen, naturalmente, mucho que ofrecer al viajero. Ríos, lagos, turberas, montañas, bosques y hasta costa son parte de los ecosistemas del parque privado más grande de la Isla Grande de Tierra del Fuego. Sin embargo, entre tanta variedad, el Pietro Grande, cerro que domina las cercanías de Pampa Guanaco, da nombre al que pareciera ser el sendero más concurrido del parque. Y con justa razón; lo visitamos y podemos afirmarlo con toda propiedad.
¿Cómo llegar a Pietro Grande?
Desde el norte de la isla, se debe llegar primeramente a Pampa Guanaco, último poblado con servicios básicos (muy básicos) en dirección al sur de la isla, ya sea se venga desde Cerro Sombrero o desde Porvenir. Desde Pampa Guanaco, se debe seguir hacia el sur por la ruta Y-85, y en la primera bifurcación después del poblado, continuar hacia el sur y no tomar la ruta que sigue hacia el paso Bellavista. Al cabo de 15 minutos aparece la histórica estancia Vicuña, ya abandonada, y unos 5 minutos después, la entrada a la portería de Karukinka, a mano derecha del camino. Desde Cerro Sombrero nos tomó aproximadamente 4 horas, a un ritmo bastante tranquilo, y sin correr demasiado.
- Inicio del relato -
Pietro Grande es el nombre de uno de los senderos del Parque Natural Karukinka, al sur de la Isla Grande de Tierra del Fuego, y se lo debe al cerro del mismo nombre, recorriéndolo hasta su cima. A su vez, el cerro le debe su nombre a don Hugo Pietrograndi, primer ingeniero agrimensor en subdividir los predios de esta zona de la isla con fines comerciales, razón por la cual el Instituto Geográfico Militar (IGM) le hizo este pequeño homenaje. Es, probablemente, el sendero más popular del parque. No es el más largo, ni el más difícil, ni el más impactante, sin embargo, sí es el que mejor resume todo lo que Karukinka es y busca proteger. En los siguientes párrafos va nuestra experiencia, como parte del segundo viaje que hicimos a la isla en menos de un año.
El 2024 estuvimos en Karukinka y no hicimos el Pietro Grande. Por falta de tiempo o por falta de energía, o, posiblemente, ambas, y nos decantamos por el sendero a la Laguna del Cura (Lee el articulo aquí), levemente más extenso. Pero todos sabemos que destino que no se alcanza a visitar es terreno fértil para todo tipo de excusas que justifican un pronto retorno. Y así fue: un año después volvimos a Karukinka, y esta vez sí subimos al Pietro Grande, y, aunque ya no está en nuestra lista de pendientes, con gusto volveríamos a hacerlo.
Es ya nuestro tercer día en Karukinka, y después de un movido segundo día de caminata, resulta todo un desafío autoconvencerse para agarrar los zapatos y salir nuevamente al sendero, sobre todo si no hay nada que a uno lo obligue. Pero para descansar está la casa, y no viajamos casi tres mil kilómetros para quedarnos en la carpa viendo pasar el día, así que tomado ya el desayuno, abrochamos los zapatos y partimos al Pietro Grande a eso de las once de la mañana.
La primera parte del sendero es sencilla y liviana, transcurre por un pastizal frecuentado por guanacos y luego por un bosque tupido que a ratos nos aprovecha de develar, una vez más, el impacto desmedido del castor en los cursos de agua fueguinos y los bosques circundantes.
Hay ciertas porciones del bosque, todas ellas en los primeros kilómetros, que son particularmente oscuras y húmedas, sobre todo después de jornadas lluviosas. Es en estas zonas donde los entusiastas del reino Fungi encontrarán bellas especies de hongos, sobre todo si la caminata se hace en otoño, época en la que el cuerpo fructífero del hongo llena de colores y surrealistas formas el suelo y los troncos caídos. Por experiencia propia, transitando por estas partes del sendero conviene ir con la mirada atenta al piso, por si el micelio decide sorprendernos con algún espécimen extraño y llamativo.
Hongos en el bosque hacia el Pietrogrande
Hasta aquí la pendiente es mínima, sin embargo, nada es eterno, y poco a poco se comienza a notar la subida. Primeramente el sendero bordea un filo rocoso al interior del bosque, intercalando cortas subidas y bajadas; sencillo pero cansador. Luego de esto es donde comienza realmente el tramo exigente.
En realidad, tampoco es que el sendero sea inmanejable, pero el cuerpo comienza a notar el cambio en la inclinación respecto al primer tramo, y, caminando entre el bello bosque sub antártico teñido de colores cálidos, se gana altura rápidamente, y la cima, antes lejana, se ve ahora un poco más cerca.
Luego del primer mirador, donde se nos cruzó un cóndor planeando, como una sinópsis de lo venidero, comienza uno de los tramos duros del sendero, con sucesivas escaleras que en pocos metros remontan un desnivel nada despreciable, y en el que, poco a poco, el bosque comienza a ceder terreno a la vegetación más baja, haciéndose progresivamente menos denso.
Bosque en la zona alta del sendero
Al cabo de un rato desde el primer mirador, y de forma abrupta, el bosque termina por desaparecer completamente, dando paso a un claro desde donde ya era posible ver la cima al alcance de la mano, la que, hasta hace no mucho, parecía aún un objetivo lejano. Desde este claro a la cima restan no más de 300 metros de sendero; los 300 metros más difíciles.
Seamos justos: No es que sea un tramo demasiado técnico o peligroso, pero la combinación de roca suelta y la alta pendiente sí es más exigente que los kilómetros anteriores. Aún así, llegamos a la cima, sin mayor inconveniente, y la primera postal son, en primera instancia, dos cóndores esperándonos, los que no tardaron en echarse a volar, y que luego pasaron a ser cuatro, merodeando sobre nosotros a pocos metros aprovechando las corrientes ascendentes como solo ellos saben hacerlo.
Cóndores en la cima
Demás está decir que desde un desnivel de casi 400 metros la perspectiva de la interminable pampa, con sus bosques rojos y ríos sinuosos, es, a lo menos, impresionante, alcanzando un punto de vista que es difícil imaginar desde el nivel del suelo. Otro premio más que vino a compensar el esfuerzo puesto durante casi 5 kilómetros desde que partimos caminando desde el camping.
Vista de la estepa
Los cóndores nunca se fueron: merodearon a su antojo largo rato, me cansé de sacarles fotos, y cuando el viento allá arriba se volvió molesto, entonces consideramos que era tiempo de bajar. Y si los últimos metros de subida fueron difíciles, ahora bajarlos lo sería más, porque las piedras sueltas y la visión del vacío siempre al frente no ayuda demasiado. Sin embargo, con un poco de precaución, y caminando muy lento, no fue más que un pequeño susto que no empaña en absoluto el resto del sendero.
El camino de vuelta fue, debido a la pendiente ahora a nuestro favor, considerablemente más corto y más sencillo. Tanto así, que hasta encontramos tiempo suficiente para echarnos a descansar bajo un precioso ñirre, cobijados del viento y acariciados por el sol rasante del otoño en Magallanes. Además, producto de las condiciones de luz del momento, el bosque estaba más bello y radiante que a la ida. Una hora y media después de emprender retorno, estábamos de vuelta en el camping, listos para destapar una merecida Coquita helada, otro punto alto del día.
Bosque del Pietrogrande en el camino de retorno
Es el PietroGrande, probablemente, la mejor vista que se puede obtener en la zona de transición estepa-bosque del lado chileno de la isla, y el solo hecho de poder mirar desde la altura cómo la infinita pampa pierde terreno frente al denso y frondoso bosque de Nothofagus, con los ríos rompiendo la continuidad y monotonía del paisaje, es razón suficiente para abrocharse los zapatos y subirlo. Aunque haga frío, aunque duelan los pies.
- Fin del relato -
Información útil
- El sendero no es ni altamente técnico, ni demasiado demandante físicamente, sin embargo, tiene algunas zonas de mayor exigencia, en las que conviene ser cuidadoso e ir con calma, ya sea por exigencia física, o por dificultad del sendero.
- Según nos comentaban desde la recepción de Karukinka, en la cima del PietroGrande es común ver cóndores. Sin embargo, se debe ser respetuoso en el encuentro con ellos, y evitar acercarse demasiado, para no estresarlos innecesariamente.
- El bosque inicial tiene zonas muy húmedas, que serán un tesoro para los entusiastas del reino Fungi, sobre todo en otoño. Conviene caminar lento e ir mirando al piso.
- El sendero ofrece variados miradores, sobre todo en el tramo final. Todos ofrecen grandes perspectivas y distintos ángulos de Karukinka y su pampa.
- No existen zonas de donde obtener agua fresca, esta se debe llevar desde el camping. Los cursos de agua que hay están contaminados por las castoreras.
- La caminata completa, tomada con total tranquilidad, podría tomar alrededor de unas 5 horas.
Cómo nos preparamos
- Zapatos de Trekking.
- Ropa adecuada para el clima, sobre todo en caso de viento.
- Un litro de agua por cada uno, en el sendero no es posible rellenar las botellas de forma segura.
- Snacks adecuados para la ocasión (frutos secos, chocolate, y sandwiches en pan de molde).