Glaciares en Fiordo Parry

Glaciares en Fiordo Parry

Al interior de la Cordillera Darwin: Fiordo Parry

Fecha de publicación: 31-Jul-2025

Fecha del viaje: 12-Abr-2025

Región de Magallanes y la Antártica Chilena

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Al final de la Isla Grande de Tierra del Fuego, en el extremo sur, existe un territorio inexplorado, misterioso y casi mítico, que poca gente, aún, se aventura a conocer. Es la Cordillera Darwin uno de los últimos confines absolutamente salvajes del país, y en nuestro segundo viaje a la isla nos aventuramos a conocerla por vía marítima, aunque fuese una mínima fracción. En los próximos párrafos va nuestra experiencia navegando por el Fiordo Parry hacia el corazón de los Andes Fueguinos.

¿Cómo llegar al Fiordo Parry?

Opciones para adentrarse al Fiordo Parry hay pocas. Casi ninguna, en realidad. La única persona que realiza de forma regular estas navegaciones es Juan Bahamonde (Viejo Lobo de Mar). Para esto, el zarpe es desde Caleta María, lugar al que se llega en auto, primeramente por la ruta Y-85, remontando las dos cuestas que separan la parte norte de la parte sur de la isla. Ya en el Lago Fagnano, cruzando el puente que atraviesa el Río Azopardo, se debe tomar la ruta Y-763 en dirección Oeste hacia Caleta María, localidad a la que se llega luego de 12 kilómetros desde el puente. Es difícil perderse, la bifurcación es clara y bien señalizada.

- Inicio del relato -

La Cordillera Darwin, cordón montañoso del sur de la isla grande de Tierra del Fuego, es, aún, un lugar misterioso e inexplorado. Se resiste a entregarse al embate del turismo de masas, pese a que sepamos que en el futuro, tarde o temprano, terminará sucumbiendo. Es de esos lugares que generan curiosidad y admiración, por su solitaria y extrema belleza, por la poca información que es posible encontrar y por el desafío que genera en lo profundo de uno la idea de poder llegar a lugares que poca gente ha alcanzado. Donde lo salvaje e indómito sigue siendo la ley, y las fuerzas titánicas que dan forma a los paisajes del fin del mundo son más patentes y explícitas. No es posible conocer la Tierra del Fuego sin haberse adentrado, aunque sea de forma superficial y fugaz, en los dominios del hielo eterno de los Andes Fueguinos.

Hace un año (2024) que habíamos visitado la isla, y ya en ese entonces ansiábamos poder navegar por los canales Fueguinos para conocer las cumbres heladas que el Parque Nacional Alberto de Agostini protege. No se pudo en ese entonces, Viejo Lobo de Mar había cerrado la temporada una semana antes de nuestro viaje, y no había otro operador que ofreciera alternativa. Para la próxima sería y para la próxima fue.

Al cabo de algunas semanas previas al viaje coordinando las fechas para calzar con alguna que don Juan Bahamonde tuviese disponible, acordamos que el 12 de abril sería el día. Salimos desde la Estancia Lago Fagnano, a la orilla del lago, a eso de las 6:15 de la mañana, para poder estar en Caleta María a las 7:00, tal como habíamos acordado. En realidad el trayecto toma menos tiempo que los 45 minutos que estimamos, pero si consideramos que íbamos con poca luz, que el día estaba cubierto y lluvioso, y no teníamos señal de celular, es una medida razonable llevar tiempo a favor.

A las 7:00 en punto estuvimos en Caleta María, y don Juan ya nos esperaba en su casa rodante que se encuentra al costado del fin del camino. Y vaya suerte la nuestra: el resto del grupo para la navegación de esa jornada (a quienes no conocíamos) se bajó algunos días antes, por lo que terminó siendo un viaje solo para nosotros. En este punto debo reconocer a don Juan, y lo serio de su trabajo, por haber respetado la realización del tour, a pesar de que no se estaba cumpliendo con el mínimo de cinco personas que son necesarias para realizar la navegación, tal como nos había informado cuando reservamos.

Amanecer en el Seno Almirantazgo

Amanecer en el Seno Almirantazgo

Entre movernos al embarcadero, cargar víveres, combustible, abrochar los chalecos salvavidas y una serie de otros pasos prácticos, nos dieron las 8 de la mañana, horario esperado para el zarpe desde Caleta María en dirección a la Cordillera Darwin, y horario exacto en que el Errante, la embarcación de don Juan, prendió sus dos motores fuera de borda de 50 HP cada uno, para emprender rumbo a los canales Fueguinos.

La primera parte del trayecto transcurre por las aguas del Seno Almirantazgo - brazo extenso del Estrecho de Magallanes - con una marea poco apacible pero tampoco violenta, y el clima debatiéndose entre el sol y la lluvia. Sin embargo, al cabo de unos 40 minutos, se abandonan las aguas del Almirantazgo para entrar al Fiordo Parry, y es esta transición, y el encuentro de dos mares con corrientes distintas, que provoca un oleaje inusualmente grande y violento… nada que don Juan no sepa cómo superar. Y explicado el fenómeno y hechas las advertencias, no queda otra que enfrentarlo. Fueron alrededor de 15 minutos de intenso oleaje, pero sin mayor riesgo.

Ya al interior del Fiordo Parry, las nubes dejaban ver, a ratos, algunas cumbres lejanas y glaciares remanentes refugiados entre las montañas Fueguinas. Poco a poco, también, trozos de hielo comenzaban a flotar cada vez más cerca nuestro y con mayor frecuencia, como un aviso de aproximación al corazón helado de la isla.

Glaciares remanentes en las cumbres Fueguinas

Glaciares remanentes en las cumbres Fueguinas

Sin mucho aviso, entonces los glaciares comenzaron a atravesarse en nuestro camino. Frente a nosotros, las gigantes e imponentes masas de hielo que caen desde la soledad de las heladas cumbres fueguinas abruptamente hacia el mar, moldeando el paisaje con la fuerza lenta pero inevitable del paso del tiempo. Aún no llegábamos al final del fiordo, y ya se podían contar varios ventisqueros que salieron a nuestro encuentro. Entre tanto hielo, también, divisamos algunas embarcaciones pesqueras menores, ganándose la vida y subsistiendo contra viento y marea.

Pesquero artesanal

Pesquero artesanal

Mucha belleza y mucho espectáculo, pero vimos también algo interesante e inusual: en medio del agua, planeaba sobre las olas un cóndor, cual albatros surcando los mares. Extraña pero bella escena, poco común por lo demás, pero justificada entendiendo que, en estas latitudes, la alta montaña - hogar habitual del rey de Los Andes - convive con el mar de manera armoniosa, en forma de fiordos.

Así, entre tanto por ver y contemplar, nos fuimos internando poco a poco en el Fiordo Parry, y luego de unas tres horas, y escondida detrás de nubes densas, bajas y amenazantes, se empezó a hacer visible la pared de hielo donde se acaba el mar y comienza la montaña: el final del fiordo.

Hielos del final del fiordo

Hielos del final del fiordo

Es, nada más y nada menos, un anfiteatro de hielo. Por donde se mire existen glaciares cayendo desde las montañas. No tengo la certeza de si es un solo glaciar o son muchos, aunque en realidad es poco importante. En una escena algo abstracta, de entre las nubes bajas aparece el hielo, blanco y azul, casi formando un continuo entre cielo y mar. Sin embargo, a ratos, las nubes dejan ver, muy puntual y esquivamente, que el hielo no nace en las nubes, si no desde las colosales cumbre solitarias de la Cordillera Darwin, que se erige ante nosotros como un muro infranqueable y da cuenta de las fuerzas titánicas que gobiernan estas latitudes. Es este el final del Fiordo Parry, pero no el de nuestra pequeña aventura.

Intentamos llegar hasta el filo mismo del hielo, sin embargo, el buen criterio de don Juan estableció que era mejor volver, dada la densidad de hielos flotando en las cercanías del glaciar que hacían complejo el avance. Retrocedimos un trecho para acercarnos a un brazo de roca donde pudiésemos desembarcar y caminar un rato en tierra firme. Mientras, el clima no daba tregua, y, cada vez que creíamos que iba a abrir, se tapaba un poco más, al punto que, mientras caminábamos buscando un mirador cercano que don Juan nos indicó, la lluvia se transformó en nieve. Pero cuando uno viaja a Magallanes, de alguna forma sabe a qué se enfrenta, así que echamos mano a los impermeables y seguimos caminando. Y sí, la vista que se obtiene desde un punto más alto es impresionante, una panorámica que abarca toda la pared de hielo e impresiona a quien contemple. Pero el frío no es gratuito, y al cabo de unos minutos, nos forzó a bajar y volver a la embarcación.

Panorámica del final del Fiordo Parry

Panorámica del final del Fiordo Parry

La vuelta por el sendero, que no debe ser de más de unos 500 metros, fue un tanto más accidentada que la ida: nos perdimos un par de veces. Sin embargo, como fuimos advertidos que esto podría pasar, seguimos las instrucciones, sin perder de vista una roca a la cual debíamos acercarnos aunque nos perdiéramos. Dicho y hecho, al cabo de un rato volvimos a encontrar al Errante, en la misma pequeña bahía donde nos había dejado. Con frío y mojados, nos subimos a la embarcación, y para nuestra sorpresa, nos aguardaba otro de los puntos altos del viaje: Don Juán estaba preparando el almuerzo en la cocinilla. Un salmón pescado el día anterior en Caleta María con un sabroso arroz blanco y media palta sería el menú, acompañado de una taza de Araucano con hielo. Poderoso almuerzo para recargar energías y pasar el frío. Realmente de primer nivel.

Luego del almuerzo, comenzaba la parte triste: retornar y alejarnos de los hielos maravillosos de la cordillera fueguina. El clima nos trató, ahora sí, con algo más de benevolencia, y mientras volvíamos, se comenzaron a dejar ver algunas cumbres heladas entre las nubes; magnífico e inquietante espectáculo que concentró mi atención y fotos durante largo rato.

Las cumbres solitarias y heladas de la Cordillera Darwin

Las cumbres solitarias y heladas de la Cordillera Darwin

Entre la belleza escénica del fiordo y la conversación interesante y amena con don Juan, el retorno se hizo bastante más corto que la ida, con un mar también más calmo, tanto en el fiordo Parry como en el seno Almirantazgo. Pero, como casi siempre, aún quedaba algo más. Sin más justificación que su buena voluntad, don Juan nos llevó, antes de volver a Caleta María, a ver la colonia de elefantes marinos de Bahía Jackson, gigantes mamíferos marinos que, ya entrada la tarde, descansaban apaciblemente en la playa. O al menos la mayoría de ellos, porque mientras mirábamos, uno de los elefantes que estaba en el mar, volvió raudo a tierra firme, como si algo lo amenazara: y claro que sí, bien escondida entre las olas, notamos lo que, estamos 99% seguros, era una orca. Por el tamaño, por el lomo negro, y por la forma de moverse. Además, en algún momento pasó bajo la embarcación, dejando la característica estela de burbujas que dejan las ballenas cuando pasan a toda velocidad.

De fotos ni hablar, todo fue muy rápido, y la emoción del momento no nos dejó preocuparnos de otra cosa que de mirar lo poco y nada que se dejó ver. No vimos pingüinos, ni albatros ni focas leopardo, pero sí una orca, que nunca estuvo ni en nuestros más descabellados planes. Pasado el susto y la emoción del encuentro, ahora sí, enfilamos de vuelta a Caleta María, donde dimos fin a una de las experiencias más bellas que nos ha dado Magallanes.

Elefante marino en Bahía Jackson

Elefante marino en Bahía Jackson

Ahora, en retrospectiva, resulta casi insultante llamarle aventura a lo hecho, porque alguien podría decir, con justa razón, que esto es solo un tour de navegación por el día, y porque, aventureros de verdad, como Shackleton, De Agostini, Gusinde, Grosse o el mismo Reinaldo Catalán, se reirían de nosotros al escucharlo. Sin embargo, para mi, viajero ocasional, personaje citadino, común y corriente, como la gran mayoría de los chilenos hoy, adentrarse al corazón helado de las cumbres fueguinas, e intentar, solo intentar, comprender las fuerzas colosales del clima que dan forma a la geografía de Magallanes, sí que es una aventura, por ínfima, breve e intrascendente que esta sea. Y para todo aquel que tenga la suerte de recorrer la isla, esta tierra mágica y, aún, a ratos misteriosa, hágase el favor de, al menos, intentar acercarse a la Cordillera Darwin. Aventura o tour, el nombre es irrelevante, pero hágalo, porque, sin miedo a equivocarme, es probable que este sea uno de los últimos lugares salvajes e infranqueables que aún quedan en este mundo cada vez más globalizado y accesible.

- Fin del relato -

Información útil

  • A día de hoy, 2025, Don Juan Bahamonde (@viejolobodemar_ en Instagram), es el único que realiza tours regulares de navegación al Fiordo Parry. Es 100% recomendable, y a título personal, creo que es el mejor tour que se puede contratar de forma en el lado Chileno de Tierra del Fuego.
  • Los tours son de, al menos, 5 personas. Por tanto, es necesario ir en grupo.
  • Para quienes sufran de mareos en embarcaciones, sugiero tomar medidas (mareamin o similar), puesto, que, si bien es una navegación tranquila, puede haber zonas específicas donde las olas sean de mayor tamaño.
  • Ideal llevar impermeable, aunque no llueva. El agua suele salpicar cuando la embarcación toma velocidad.
  • Anímese a conversar con Don Juan, tiene mil historias para contar. Hombre Chilote viviendo en Magallanes desde temprana edad.
  • Al año 2025, el costo, por persona, del tour a Cordillera Darwin, es de $180.000 por persona. Puede sonar a un costo elevado, sin embargo, lo vale completamente. En Puerto Natales existen navegaciones a los glaciares Balmaceda y Serrano por precios similares, y la belleza escénica de Tierra del Fuego es incomparable.
  • Para llegar a la hora el día del tour es deseable alojar en Caleta María o en el Lago Fagnano. En el sur de la isla las distancias son grandes y los traslados lentos.
  • Para quien desee tener la oportunidad de ver más fauna (albatros, pingüinos, focas leopardo) los meses de diciembre a febrero son los mejores. Nunca se puede garantizar ver fauna, pero es más probable que en marzo o abril.

Cómo nos preparamos

  • Reservamos aproximadamente un mes antes del viaje, depositando la mitad del monto total.
  • Llevamos algunos Snacks menores y agua, ya que sabíamos que el tour incluía algo de comida (pero jamás que nos tocaría tan buen almuerzo).
  • Ropa para pasear por Magallanes (abrigada, zapatos). Además, ojalá un impermeable, para la lluvia o las salpicaduras.
  • Llevamos, solo por si acaso, un mensajero satelital, ante cualquier eventualidad. No estuvimos ni cerca de usarlo, sin embargo, si tiene uno, no cuesta nada llevarlo.

Historias y relatos únicos en los que buscamos transmitir nuestras experiencias y vivencias para que quien lea estos articulos le sea de utilidad en sus futuros viajes

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